miércoles, 19 de agosto de 2009



Ya sabemos la verdad. Ahora podemos llorar o podemos conservar la alegría. La verdad no se interpela, no se pregunta, nos arrincona y muchas veces no hay respuesta. La verdad a veces, no da certezas, sino algo mucho más peligroso: dudas. La verdad asusta. La verdad despierta, acude y paraliza. La verdad desnuda, incomoda.